Nota Informativa: El
Azul en el Arcoiris, reproduce a continuación
el artículo de María Luisa
Calderón Ayala, quien publicara este artículo (de dos partes) en el espacio de
los Analistas Independientes de
Guatemala. www.analistas independientes.org
Foto tomada de http://es.paperblog.com/marcha-por-la-diversidad-sexual-1-de-octubre-2011-705059 |
Nuestra cultura sexual es el conjunto de valores, creencias y estándares sociales que regulan el comportamiento sexual dentro de una sociedad o una comunidad específica. Según esta, construimos nuestra expresión de género o presentación de género, que es la forma en que una persona expresa su género, las expectativas de su sexo, mediante gestos, movimientos, modo de vestir y apariencia.
La ideología que mantiene la heterosexualidad como lo normal y como la
única forma de expresar las preferencias sexuales de una manera
deseable y aceptable es el heterosexismo; el efecto de su
aplicación sobre personas que tienen preferencias sexuales que
no se adhieren de las normas socialmente establecidas es la
discriminación y a opresión. Esta discriminación tiene nombres
específicos en función de las identidades oprimidas. La homofobia es el
miedo o intolerancia hacia la homosexualidad o de personas percibidas
como lesbianas (también conocida como lesbofobia), gay o bisexuales.
Esta actitud es la raíz del prejuicio y la discriminación basados en la
orientación afectivo- erótica y pueden manifestarse de maneras extremas
en el acoso y la violencia, o maneras verbales y psicológicas como el
acoso y la humillación de individuos LGBTTI. La transfobia es el miedo u
odio hacia las personas transgénero o transexuales; también se
manifiesta a través de la violencia, la humillación y el acoso y la
discriminación. Las personas intersexuales o hermafroditas tienen una
posición relativa ante la discriminación, pues su condición es menos
visible en la mayoría de los casos; también sucede que los progenitores
“corrigen” y escogen, subjetivamente, el sexo de sus hijos para que
concuerden con las normas vigentes.
El movimiento
Después del logro de la despenalización de la homosexualidad en los 90,
en algunos países de América Latina, hubo una “explosión” de grupos de
diversidad sexual que visibilizaban a grupos de hombres gay y a los
recientes grupos de lesbianas, travestis, transformistas, y drag queens.
“Esta irrupción de agrupaciones marcaba también la visibilización de
otras identidades sexuales que no entraban en la escena de lo que fueron
las primeras travesías de la constitución de estos grupos”5 que
actualmente se conocen como la comunidad Lesbiana, Gay, Bisexual,
Transgénero, Transexual e Intersexual – LGBTTI-.
En Guatemala, los movimientos que desafiaban la construcción
heteronormativa iniciaron con grupos feministas, especialmente, dentro
de la diversidad sexual, grupos lésbicos que tuvieron sus inicios en los
noventas, por ejemplo, Mujer-es-somos, “un colectivo que se inició para
dar espacio a lesbianas que buscan armonía y seguridad para compartir
su identidad”6, del que surgiría legalmente Lesbiradas, cuya propuesta
es un “pensamiento lésbico feminista autónomo, a través del cual se
pretende desestructurar el orden simbólico patriarcal, racista,
etnocentrista y heterosexual obligatorio”.7 La palabra clave en ese
discurso es autónomo, pues, si bien en momentos iniciales y coyunturales
se conforman alianzas entre los LGBTTI, sus organizaciones reivindican
identidades distintas y que tienen repercusiones diferentes interna y
externamente. Según el director de la Asociación Lambda, Herberth
Hernández, las organizaciones en cuanto a iniciativas, saben que no hay
articulación o agenda común en materia legislativa porque es difícil
construir una identidad colectiva y los grupos generan propuestas y
acciones con grupos afines (Hernández, 2012).
Demandas y obstáculos
Respecto a la demanda de libertad de escoger a su pareja y sus prácticas
sexuales, el blog Los tacones, un espacio virtual de información
LGBTTI, dice que “exigir que el ejercicio de la sexualidad se
circunscriba al ejercicio del coito heterosexual monogámico,
efectuado dentro del matrimonio con el hombre dominante y la mujer
abnegada, y con fines procreativos nos limita a todos y, por tanto,
considerar valiosas y viables las alternativas a esta experiencia sexual
nos permite liberar el potencial sexual de hombres y mujeres y dar
rienda suelta a nuestra creatividad en cuanto a comportamientos, deseos y
experiencias sexuales, sin más límite que el respeto a la libertad y
los derechos de las y los otros”. Pero se debe entender que esta es
una primera reivindicación, y que ha tenido el efecto negativo
de estigmatizar y encasillar a la población LGBTTI dentro de
estrategias de salud reproductiva. Por ejemplo, en las mesas de diálogo
para la universalización de la salud en Guatemala, esta comunidad
expresó dicho encasillamiento en el combate contra el VIH. Sin embargo,
las consecuencias de elegir romper una heteronormatividad en una
sociedad patriarcal y machista implican la discriminación en
todos los ámbitos de esa sociedad: lo laboral, social, educativo,
electoral, fiduciario.
En primer lugar, el movimiento lucha contra la heteronormatividad o
“la norma de la heterosexualidad”, la cual dice que hay una
obligatoriedad cultural por la opción de vida heterosexual, que es la
“adecuada, normal, deseable y única”. La homonegatividad es el rechazo,
la aversión o el distanciamiento derivado del contraste entre la
heteronormatividad y su transgresión, la diversidad sexual. Ambas son
parte de una lógica binaria y dicotómica, una manera de organizar el
mundo que aprendemos a reproducir, lo cual además implica el
establecimiento de una jerarquía interna. Por ejemplo, las dicotomías
casado/soltero, blanco/negro, hombre/mujer, heterosexual/homosexual se
asocian con lo bueno y lo malo y lo normal y lo anormal; es la batalla
de lo normal y verdadero contra lo viciado o impuro.
En Guatemala, la homofobia inició como un tema muy reciente, luego se
dio el espacio a la discusión política y nacional sobre el ejercicio de
derechos, en espacios de toma de decisión, y otras áreas que dan
oportunidad a los LGBTTIs de visibilizarse públicamente. Lambda,
específicamente, realiza diálogos por la discriminación, acciones de
articulación y organización comunitaria que permite más visibilidad.
Esas organizaciones comunitarias están en una etapa incipiente, pero es
un avance considerable desde la creencia y justificación en las
comunidades indígenas de que la diferencia sexual se da “en los
mestizos” (Hernández, 2012). Un ejemplo es la organización Atitlan de
“chicos indígenas homosexuales artesanos” (Hernández, 2012), que tienen
un proyecto de posicionamiento político enfocado de ejercicio de
derechos económicos a través de microempresas.
Como se ha mencionado, la reacción extrema ante la transgresión de la
heteronormatividad es la violencia, y una amenaza latente es la de los
grupos radicales PROVIDA, de extrema derecha e incluso grupos
“neonazis”, y grupos aun desconocidos que amenazan con y realizan
limpieza social enfocada en LGBTTIs. También se da el caso de la
prohibición del acceso a determinados espacios públicos y, como
consecuencia de considerar la homosexualidad como una enfermedad,
existen clínicas privadas donde se practican terapias de reconversión. A
pesar de que los Derechos Humanos reconocen que el derecho a la vida, y
los demás derechos fundamentales, no reconocen distinción de ninguna
índole en la protección que brindan, estos derechos son violentados y
negados a los grupos LGBTTI. En este sentido, otra demanda apremiante es
el acceso a la justicia, dada la violencia verbal, psicológica y física
contra grupos LGBTTI derivada de la homo/transfobia. Estos crímenes no
son resueltos con brevedad, los perpetradores quedan impunes y pueden
corromper a los operadores de justicia, no hay voluntad institucional
para esclarecerlos.
Un segundo obstáculo, el cual es generador y reproductor del primero, es
la Iglesia que se ha constituido desde la instauración de la religión
judeocristiana en la guardiana y reproductora de las normas metafísicas
que rigen la vida subjetiva y objetiva del humano en la sociedad;
restringe el ejercicio de los derechos y genera el discurso de
consciencias que promueve el odio y agresión y humillación.8
Políticamente, antes de la democratización del Estado, ninguna decisión
se tomaba sin la bendición del representante de Dios en la tierra, el
cual justificaba bajo la lucha santa cualquier cantidad de masacres que
beneficiaran a la Iglesia. En Latinoamérica, la colonización, dominación
y explotación fue justificada e incluso ordenada por Dios, y sus
estructuras han permanecido a través de los siglos y a través de la
“separación” de la Iglesia y el Estado. La teocracia (griego, dominio de
Dios9) está incrustada en la formación de la identidad de las personas y
cómo debe ser el mundo, incluida la orientación sexual y
erótica-afectiva. De esa manera, la moralidad judeocristiana afecta
desde la socialización de la heteronormatividad hasta la
invisibilización de esta en la formulación de políticas públicas, de lo
que resulta la exclusión y marginación de los LGBTTI. “El
fundamentalismo religioso y sus organizaciones de base confesional que
lideran la oposición sobre cualquier avance en materia de derechos
humanos relacionados con los derechos sexuales y reproductivos y que
atentan con minar las bases de la secularidad del Estado.”10 .
Por último, la propia disputa de identidades y problemas de
interlocución entre las mismas organizaciones y con individuos
LGBTTI no permite que se den acciones, estrategias o
propuestas integradas o coordinadas para promover sus
reivindicaciones. Por ejemplo, el ejercicio de las identidades
lesbianas articulan un discurso político autónomo, y la razón por la
cual ellas han podido incidir de mayor manera es que han sobrepasado los
estigmas de salud reproductiva y VIH, pueden avanzar en otros ámbitos y
traspasan la asignación de lo cooperación al ejercicios de derechos.
Esta situación se da en Brasil, Perú, Ecuador, Chile, y seguramente en
muchos otros países. Otro aspecto importante es que la homofobia no sólo
proviene de terceros, sino que también es una concepción interiorizada
en las personas que tienen orientaciones distintas a la norma, y es por
esto que no se atreven a conocerse y darse a conocer.11 Un elemento más
que puede mencionarse aquí es la salud mental, Guatemala es una sociedad
enferma y paranoica que además “vive en la desinformación sobre la
sexualidad humana, las personas no tienen libertad de decidir,
cuestionar y pensar en cómo vivir libre de culpas” (Hernández, 2012).
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Citas:
3 Op. Cit.
4 La mayoría de conceptos son una paráfrasis de los conceptos de la caja de herramientas de IPPF,
5 EL ESTADO Y EL CLÓSET. CIUDADANÍAS SEXUALES EN ECUADOR Y BOLIVIA
4 La mayoría de conceptos son una paráfrasis de los conceptos de la caja de herramientas de IPPF,
5 EL ESTADO Y EL CLÓSET. CIUDADANÍAS SEXUALES EN ECUADOR Y BOLIVIA
6 Ines Rummel & Colectivo Mujer-es Somos, 1997
8 Op. Cit.
9DICCIONARIO DE LA LENGUA ESPAÑOLA, Vigésima segunda edición.
9DICCIONARIO DE LA LENGUA ESPAÑOLA, Vigésima segunda edición.
10. Diversidad Sexual y políticas públicas en AL.
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