martes, 8 de mayo de 2012

MOVIMIENTO DE LA DIVERSIDAD SEXUAL. Segunda parte y final.


Nota Informativa:  El Azul en el Arcoiris, reproduce a continuación  el artículo  de María Luisa Calderón Ayala, quien publicara este artículo (de dos partes) en el espacio de los  Analistas Independientes de Guatemala. www.analistas independientes.org

Foto tomada de http://es.paperblog.com/marcha-por-la-diversidad-sexual-1-de-octubre-2011-705059

Nuestra cultura sexual es el conjunto de valores, creencias y estándares sociales que regulan el comportamiento sexual dentro de una sociedad o una comunidad específica. Según esta, construimos nuestra expresión de género o presentación de género, que es la forma en que una persona expresa su género, las expectativas de su sexo, mediante gestos, movimientos, modo de vestir y apariencia. 


La ideología que mantiene la heterosexualidad como lo normal y como la única forma de expresar las preferencias sexuales de una manera deseable y aceptable es el heterosexismo; el efecto de su aplicación sobre personas que tienen preferencias sexuales que no se adhieren de las normas socialmente establecidas es la discriminación y a opresión. Esta discriminación tiene nombres específicos en función de las identidades oprimidas. La homofobia es el miedo o intolerancia hacia la homosexualidad o de personas percibidas como lesbianas (también conocida como lesbofobia), gay o bisexuales. Esta actitud es la raíz del prejuicio y la discriminación basados en la orientación afectivo- erótica y pueden manifestarse de maneras extremas en el acoso y la violencia, o maneras verbales y psicológicas como el acoso y la humillación de individuos LGBTTI. La transfobia es el miedo u odio hacia las personas transgénero o transexuales; también se manifiesta a través de la violencia, la humillación y el acoso y la discriminación. Las personas intersexuales o hermafroditas tienen una posición relativa ante la discriminación, pues su condición es menos visible en la mayoría de los casos; también sucede que los progenitores “corrigen” y escogen, subjetivamente, el sexo de sus hijos para que concuerden con las normas vigentes. 


El movimiento
Después del logro de la despenalización de la homosexualidad en los 90, en algunos países de América Latina, hubo una “explosión” de grupos de diversidad sexual que visibilizaban a grupos de hombres gay y a los recientes grupos de lesbianas, travestis, transformistas, y drag queens. “Esta irrupción de agrupaciones marcaba también la visibilización de otras identidades sexuales que no entraban en la escena de lo que fueron las primeras travesías de la constitución de estos grupos”5 que actualmente se conocen como la comunidad Lesbiana, Gay, Bisexual, Transgénero, Transexual e Intersexual – LGBTTI-. 
En Guatemala, los movimientos que desafiaban la construcción heteronormativa iniciaron con grupos feministas, especialmente, dentro de la diversidad sexual, grupos lésbicos que tuvieron sus inicios en los noventas, por ejemplo, Mujer-es-somos, “un colectivo que se inició para dar espacio a lesbianas que buscan armonía y seguridad para compartir su identidad”6, del que surgiría legalmente Lesbiradas, cuya propuesta es un “pensamiento lésbico feminista autónomo, a través del cual se pretende desestructurar el orden simbólico patriarcal, racista, etnocentrista y heterosexual obligatorio”.7 La palabra clave en ese discurso es autónomo, pues, si bien en momentos iniciales y coyunturales se conforman alianzas entre los LGBTTI, sus organizaciones reivindican identidades distintas y que tienen repercusiones diferentes interna y externamente. Según el director de la Asociación Lambda, Herberth Hernández, las organizaciones en cuanto a iniciativas, saben que no hay articulación o agenda común en materia legislativa porque es difícil construir una identidad colectiva y los grupos generan propuestas y acciones con grupos afines (Hernández, 2012). 
Demandas y obstáculos
Respecto a la demanda de libertad de escoger a su pareja y sus prácticas sexuales, el blog Los tacones, un espacio virtual de información LGBTTI, dice que “exigir que el ejercicio de la sexualidad se circunscriba al ejercicio del coito heterosexual monogámico, efectuado dentro del matrimonio con el hombre dominante y la mujer abnegada, y con fines procreativos nos limita a todos y, por tanto, considerar valiosas y viables las alternativas a esta experiencia sexual nos permite liberar el potencial sexual de hombres y mujeres y dar rienda suelta a nuestra creatividad en cuanto a comportamientos, deseos y experiencias sexuales, sin más límite que el respeto a la libertad y los derechos de las y los otros”. Pero se debe entender que esta es una primera reivindicación, y que ha tenido el efecto negativo de estigmatizar y encasillar a la población LGBTTI dentro de estrategias de salud reproductiva. Por ejemplo, en las mesas de diálogo para la universalización de la salud en Guatemala, esta comunidad expresó dicho encasillamiento en el combate contra el VIH. Sin embargo, las consecuencias de elegir romper una heteronormatividad en una sociedad patriarcal y machista implican la discriminación en todos los ámbitos de esa sociedad: lo laboral, social, educativo, electoral, fiduciario. 
En primer lugar, el movimiento lucha contra la heteronormatividad o “la norma de la heterosexualidad”, la cual dice que hay una obligatoriedad cultural por la opción de vida heterosexual, que es la “adecuada, normal, deseable y única”. La homonegatividad es el rechazo, la aversión o el distanciamiento derivado del contraste entre la heteronormatividad y su transgresión, la diversidad sexual. Ambas son parte de una lógica binaria y dicotómica, una manera de organizar el mundo que aprendemos a reproducir, lo cual además implica el establecimiento de una jerarquía interna. Por ejemplo, las dicotomías casado/soltero, blanco/negro, hombre/mujer, heterosexual/homosexual se asocian con lo bueno y lo malo y lo normal y lo anormal; es la batalla de lo normal y verdadero contra lo viciado o impuro. 
En Guatemala, la homofobia inició como un tema muy reciente, luego se dio el espacio a la discusión política y nacional sobre el ejercicio de derechos, en espacios de toma de decisión, y otras áreas que dan oportunidad a los LGBTTIs de visibilizarse públicamente. Lambda, específicamente, realiza diálogos por la discriminación, acciones de articulación y organización comunitaria que permite más visibilidad. Esas organizaciones comunitarias están en una etapa incipiente, pero es un avance considerable desde la creencia y justificación en las comunidades indígenas de que la diferencia sexual se da “en los mestizos” (Hernández, 2012). Un ejemplo es la organización Atitlan de “chicos indígenas homosexuales artesanos” (Hernández, 2012), que tienen un proyecto de posicionamiento político enfocado de ejercicio de derechos económicos a través de microempresas. 
Como se ha mencionado, la reacción extrema ante la transgresión de la heteronormatividad es la violencia, y una amenaza latente es la de los grupos radicales PROVIDA, de extrema derecha e incluso grupos “neonazis”, y grupos aun desconocidos que amenazan con y realizan limpieza social enfocada en LGBTTIs. También se da el caso de la prohibición del acceso a determinados espacios públicos y, como consecuencia de considerar la homosexualidad como una enfermedad, existen clínicas privadas donde se practican terapias de reconversión. A pesar de que los Derechos Humanos reconocen que el derecho a la vida, y los demás derechos fundamentales, no reconocen distinción de ninguna índole en la protección que brindan, estos derechos son violentados y negados a los grupos LGBTTI. En este sentido, otra demanda apremiante es el acceso a la justicia, dada la violencia verbal, psicológica y física contra grupos LGBTTI derivada de la homo/transfobia. Estos crímenes no son resueltos con brevedad, los perpetradores quedan impunes y pueden corromper a los operadores de justicia, no hay voluntad institucional para esclarecerlos. 
Un segundo obstáculo, el cual es generador y reproductor del primero, es la Iglesia que se ha constituido desde la instauración de la religión judeocristiana en la guardiana y reproductora de las normas metafísicas que rigen la vida subjetiva y objetiva del humano en la sociedad; restringe el ejercicio de los derechos y genera el discurso de consciencias que promueve el odio y agresión y humillación.8 
Políticamente, antes de la democratización del Estado, ninguna decisión se tomaba sin la bendición del representante de Dios en la tierra, el cual justificaba bajo la lucha santa cualquier cantidad de masacres que beneficiaran a la Iglesia. En Latinoamérica, la colonización, dominación y explotación fue justificada e incluso ordenada por Dios, y sus estructuras han permanecido a través de los siglos y a través de la “separación” de la Iglesia y el Estado. La teocracia (griego, dominio de Dios9) está incrustada en la formación de la identidad de las personas y cómo debe ser el mundo, incluida la orientación sexual y erótica-afectiva. De esa manera, la moralidad judeocristiana afecta desde la socialización de la heteronormatividad hasta la invisibilización de esta en la formulación de políticas públicas, de lo que resulta la exclusión y marginación de los LGBTTI. “El fundamentalismo religioso y sus organizaciones de base confesional que lideran la oposición sobre cualquier avance en materia de derechos humanos relacionados con los derechos sexuales y reproductivos y que atentan con minar las bases de la secularidad del Estado.”10 . 
Por último, la propia disputa de identidades y problemas de interlocución entre las mismas organizaciones y con individuos LGBTTI no permite que se den acciones, estrategias o propuestas integradas o coordinadas para promover sus reivindicaciones. Por ejemplo, el ejercicio de las identidades lesbianas articulan un discurso político autónomo, y la razón por la cual ellas han podido incidir de mayor manera es que han sobrepasado los estigmas de salud reproductiva y VIH, pueden avanzar en otros ámbitos y traspasan la asignación de lo cooperación al ejercicios de derechos. Esta situación se da en Brasil, Perú, Ecuador, Chile, y seguramente en muchos otros países. Otro aspecto importante es que la homofobia no sólo proviene de terceros, sino que también es una concepción interiorizada en las personas que tienen orientaciones distintas a la norma, y es por esto que no se atreven a conocerse y darse a conocer.11 Un elemento más que puede mencionarse aquí es la salud mental, Guatemala es una sociedad enferma y paranoica que además “vive en la desinformación sobre la sexualidad humana, las personas no tienen libertad de decidir, cuestionar y pensar en cómo vivir libre de culpas” (Hernández, 2012).


--------------------
Citas:
3 Op. Cit.
4 La mayoría de conceptos son una paráfrasis de los conceptos de la caja de herramientas de IPPF,
5 EL ESTADO Y EL CLÓSET. CIUDADANÍAS SEXUALES EN ECUADOR Y BOLIVIA 
6 Ines Rummel & Colectivo Mujer-es Somos, 1997
8 Op. Cit.
9DICCIONARIO DE LA LENGUA ESPAÑOLA, Vigésima segunda edición.
10. Diversidad Sexual y políticas públicas en AL.
--------------------

Pluma Invitada:

María Luisa Calderón Ayala.  
Analistas Independientes de Guatemala

No hay comentarios:

Publicar un comentario